Ramírez escribe el último capítulo en letras doradas


  • William Ramírez está disputando su cuarto Mundial de Futsal
  • Espera conseguir la primera clasificación de Guatemala para la segunda ronda
  • El arquero recuerda una trayectoria de golpes duros y lecciones aprendidas

¡Con una sonora carcajada! Así reacciona William Ramírez cuando FIFA.com le muestra la siguiente foto, en la que se ve a un joven portero guatemalteco en la Copa Mundial de Futsal de la FIFA Brasil 2008…

El pelo (muy) corto, la mirada algo perdida y una camiseta increíble, con un motivo de esqueleto (que él rellena bastante bien…). Admite sin reparos que no tenía mucho de deportista profesional en aquella época y las anécdotas que cuenta no tienen prácticamente nada que ver con la pista.

“Ya se ve que me estaba empezando a crecer el pelo. Llevaba seis años en la selección y es tradición que los nuevos jugadores se rapen la cabeza”, dice. “Pero yo siempre decía que no podía, por el trabajo. Y justo antes del Mundial, ni caso, me afeitaron la cabeza…Y esta camiseta, ¡qué recuerdos!”, añade, precisando que aún la conserva en casa, como la de todos los torneos mundiales que ha jugado, excepto el de Tailandia 2012, cuando se le perdió la maleta.

“Estos recuerdos me ayudan a pensar en quién era, en quién me he convertido y en el legado que quedará cuando lo deje”.

A sus 41 años, con cuatro Mundiales en su historial, Ramírez colgará los guantes siendo un grande de la disciplina. Y es consciente de que ese momento se acerca. “Este Mundial tiene un sabor diferente, porque empiezo a ver la cuenta regresiva en lo que respecta al alto rendimiento”, admite el arquero, que considera que ha ido mejorando en cada edición.

“En mi primer Mundial, no jugué mucho. En el segundo aprendí a manejar la tensión, la adrenalina, lo que se siente antes de un partido. Pero también aprendí mucho de los golpes duros…”, admite, con cierto pesar en la voz.

Un día para la historia

El más doloroso fue en 2012, cuando, tras vencer a Colombia y perder ante Rusia, los chapines necesitaban una victoria contra las Islas Salomón, un conjunto ya eliminado, para acceder a la segunda ronda. “En teoría, era el rival más accesible. Pero perdimos después de haber hecho lo más difícil venciendo a Colombia, que luego llegó a cuartos de final. Aprendimos mucho de esa situación, y procuramos que nos sirva actualmente”.

Porque, irónicamente, Guatemala se encuentra en una situación similar en Lituania 2021, puesto que ha vencido a Uzbekistán en su primer compromiso y le queda medirse a Egipto y a la RFU. “Hemos vuelto a hacer lo más difícil, hemos empezado bien en nuestro intento de hacer historia”, señala “Willy”, quien sueña, igual que sus compañeros, con una primera clasificación en cuatro intentos, que podría llegar en unas circunstancias muy especiales.

“El 15 de septiembre, el día del partido contra Egipto, se celebra el bicentenario de la independencia de Guatemala, así que conseguirlo ese día haría que la jornada fuese memorable, sería un logro extraordinario”.

Extraordinario como el sentimiento que invadió al país al anotar su capitán, Alan Aguilar, el gol de la victoria contra Uzbekistán en los últimos segundos, cuando los centroasiáticos habían remontado un 1-4 hasta situarse con un 4-4 en el marcador y parecían destinados a acabar ganando. “Cuando ellos igualaron, aún quedaban dos minutos. Pensaba que teníamos que salvar al menos el empate para seguir vivos y poder jugárnosla contra Egipto. Y el gol de Alan nos salvó. Eso es lo bonito del futsal, todo puede cambiar en un segundo…”.

Ramírez sabe perfectamente de dónde sacan los guatemaltecos esa abnegación. “No somos jugadores que vivan del futsal. El esfuerzo que tenemos que hacer en un Mundial es diferente al de otras selecciones”, explica el jugador, licenciado en Relaciones Internacionales y especializado en Derechos Humanos, que trabajó durante 15 años en una institución gubernamental antes de que la administración la cerrara, dejándolo sin empleo a él y a 200 personas. “Fueron siete meses difíciles, buscando otro trabajo y soluciones para vivir”, explica, aliviado por haber encontrado un puesto como administrativo en la federación de fútbol.

Que valga la pena

“Para poder jugar un Mundial tenemos que sacrificar muchas cosas. Entrenamos desde las 4:15 de la mañana hasta las 6:30, luego vamos a trabajar y por la tarde tenemos otra sesión de entrenamiento”, afirma. “Estos sacrificios dan todavía más valor, al saber que no hay mucha gente capaz de hacerlos. El grupo lo tiene muy presente aquí, en estos momentos. Tiene que valer la pena”.

El propio Ramírez había renunciado a esos imperativos cuando, en 2016, decidió retirarse del combinado nacional y aceptar la oferta del seleccionador, Estuardo de León, para ser entrenador de guardametas. Sin embargo, tras la competición preliminar de Lituania 2021, el pasado mes de mayo, el “Profe” le ofreció la oportunidad de ponerse de nuevo los guantes.

“Había dejado de jugar con la selección, aunque seguía con mi club”, dice el portero del Glucosoral. “Lo hablé con mi esposa y mis hijas, y me dijeron: ‘Si aceptas, prepárate bien para hacerlo bien, para que vean a un buen trabajador, a una buena persona, leal. Si lo haces así, te apoyamos”.

Desde entonces, Ramírez ha hecho un trabajo intenso, a pesar de que en junio contrajo la COVID-19, lo que le obligó a estar 15 días de baja y a perder lo que le había aportado su primer mes de preparación. “Las ganas y el empuje me han ayudado a llegar hasta donde estoy hoy, dispuesto a terminar mi trayectoria con la selección y a hacer historia”, concluye, con una sabiduría y una determinación que el joven de la foto de 2008 sin duda no hubiese imaginado nunca que llegaría a tener.

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